MENOS palabras, MÁS acción

logo blanco cuadradoEl ser humano es el único mamífero capaz de anticipar las consecuencias de sus acciones, pudiendo imaginar qué es lo que puede ocurrir sin que haya sucedido realmente. Esto nos ayuda a controlar nuestros niveles de ansiedad y poder así, sentirnos más tranquilos.

A lo largo de siglos, al ser humano se le ha enseñado=capacitado para aprender acerca de múltiples temas (finanzas, marketing, estrategia, filosofía, derecho, etc..) que le ayuden a encontrar una respuesta ante las situaciones que se le presentan en la vida. Sin darnos cuenta, ese pensamiento lineal, propio de la época de la Revolución Industrial, se nos ha ido transmitiendo genéticamente de abuelos a padres, de padres a hijos y así, generación tras generación.

Esto nos ha permitido mantenernos en esa zona que llaman de confort que realmente es la zona de falsa seguridad en la elegimos quedarnos porque ya conocemos lo que hay. “Si algo funciona, para qué cambiarlo, no?”- hemos escuchado en más de una ocasión.

Sin embargo, vivimos tiempos de cambio, donde las cosas que tuvieron éxito en el pasado, no necesariamente han de funcionar en el presente. Aprender a adaptarse y aceptar lo que hay son dos premisas para seguir creciendo y avanzando en la vida. Si nuestros abuelos, padres no hubieran aprendido a desenvolverse ante las circunstancias de la vida, es muy probable que nosotros no hubiéramos llegado a donde nos encontramos hoy.

Aprender a vivir y saber cómo relacionarnos con los demás de una manera saludable, conseguir lo que queremos sin que suponga un desgaste físico y mental para mí y para los demás, no se enseña=capacita en ninguna escuela. Resulta curioso que una de las competencias esenciales en la vida como es la de saber cuidarse a uno mismo y respetar a los demás, no se le dé más importancia, cuando es clave en el desarrollo personal y profesional de cualquier ser humano sano.

El error de base es confundir la capacidad que va unida al potencial para hacer, con la competencia que va unida a la ejecución. El mundo no está lleno de gente que se equivoca, el mundo está lleno de cobardes que no se atreven a hacerlo por miedo. Lo importante en la vida no es saber más, sino saber cómo conectar y llegar a los demás y hacer. Esto último es lo que el filósofo y pedagogo José Antonio Marina denomina Inteligencia Ejecutiva.

Una de las cosas que deberíamos empezar a enseñar en las escuelas y universidades es aprender a desaprender muchas de las cosas que aprendimos porque ya no sirven, están caducas. Una de las materias más importantes en la vida de cualquier ser humano es la de aprender a pensar, desarrollar el pensamiento crítico, aprender a gestionar nuestras emociones para saber relacionarnos con los demás de una manera sana y nutritiva, como adultos y no como niños. Ya lo decía Daniel Goleman: “Los profesionales de éxito no son ni los más inteligentes ni los más conocedores del negocio, sino aquellos que saben llegar a la gente”.

El mundo de hoy requiere de personas con coraje, con autoestima, capaces de mirar hacia sí mismos y ser autocríticos. A los mediocres les gusta poner el punto de mira en los demás, ensombrecen las cosas que suceden a su alrededor y además se justifican para eludir su responsabilidad, convirtiéndose en víctimas.

La clave para crecer como persona y como profesional no está en ganar ni en parecer lo que realmente no soy, las fachadas terminan cayendo; la clave está en descubrir lo que hay en mí, lo que soy y tengo y ponerlo en acción. Se necesitan menos cabezas cargadas de conceptos y teorías y más personas valientes, dispuestas a ser ejemplo de lo que dicen que saben.

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