Obras son amores…

Y no buenas razones. Así reza un refrán popular para explicar que las palabras por sí solas valen más bien para poco, si no van acompañadas de hechos y comportamientos que las validen.

La congruencia entre lo que decimos y lo que hacemos es lo que se llama credibilidad. Cada vez que decimos algo, nos comprometemos a hacer nuestro comportamiento posterior consistente con lo que decimos y de la misma manera, nos comprometemos a la validez de aquello que afirmamos.

La base sobre la que generamos nuestra credibilidad se haya en la confianza que los demás depositan en nosotros. Ambas se retroalimentan y de no existir confianza, difícilmente puede desarrollarse adecuadamente una relación sana y nutritiva entre personas.

¿Hay alguien que confíe en otra persona que se comporta de una forma que no es congruente con lo que afirma? Claro que no. La dificultad está en saber cuándo el otro no es sincero.

De hecho, hay personas que cuando expresan sus pensamientos o sentimientos son sinceros, aunque su sinceridad puntual no garantiza el cumplimiento de lo que expresan, puesto que en el devenir de una relación suele existir un tiempo entre el momento de declarar algo y el momento de cumplirlo, y los motivos que pueden alegarse son muy diversos. Llegado este momento, solo la explicación ofrecida o la manera de relatar los motivos que han generado su comportamiento, determinará que la confianza perdure o por el contrario quiebre.

Lo explicaré con un ejemplo (Leonardo Wolk):

Si sostengo un objeto entre los dedos de mi mano y abro la mano, el objeto caerá al suelo. Ante la pregunta: ¿Por qué cayó el objeto?, algunos responderán: “Por la fuerza de la gravedad”; otros dirán: “Porque lo soltaste”. Podría haber otras explicaciones; pero en estas dos anteriores ¿alguna es falsa? La respuesta es que no y ambas son igualmente válidas, aunque son diferentes maneras de explicar un mismo hecho. Entonces, ¿Dónde radica la diferencia? En la primera los motivos que nos llevan a soltarlo están fuera de nuestra responsabilidad. Se debe a la fuerza de la gravedad. En la segunda asumimos la responsabilidad de haberlo soltado porque así lo hemos elegido desde nuestra libertad de acción.

No hay varitas mágicas que “a priori” te permitan reconocer a aquellas personas que utilizan la palabrería para transmitir una imagen de sí mismos que no se corresponde con lo que son realmente. No obstante, estar atentos a las señales e indicios que la persona transmite a través de su comportamiento (lo que dice y lo que hace), puede ayudarte a conocer realmente cómo es el otro y cuáles son sus verdaderas intenciones.

No olvides, que no solo actuamos de acuerdo a cómo somos, (y lo hacemos), sino que también somos de acuerdo a como actuamos.

-Tus actos dicen más de como tú eres que tus palabras.

-Sé consciente de tu comportamiento, porque genera consecuencias en tu relación con los demás.

-Siéntete responsable de tus acciones.

Y tú, ¿Qué tipo de persona quieres ser? ¿Eliges ser víctima de lo que te rodea: tu jefe mediocre, la vorágine del tiempo, los ordenadores , fuente inagotable de problemas, etc… con lo cual quedas exonerado de toda culpa, aunque el problema siga existiendo; o eliges ser el protagonista de tus actos, para que solo siendo parte del problema, puedas ser parte de la solución?

Elegir uno u otro camino, determinará tu nivel de credibilidad para con las personas que te rodean y la confianza que los demás tengan en ti.

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